Suben los músicos capaces de tocar tres instrumentos a la vez, mientras bailan o corean alguna canción popular, suben los que han creado su propio popurrí con canciones de la nueva ola, de esos que empiezan con el triste de José José y terminan haciendo bailar con la chica de la boutique de Los Márquez. Suben los que tocan realmente mal y cantan peor, los que cantan música cristiana, los que no cantan y recitan poemas de Vallejo, los que recitan bien los poemas de Vallejo, los que recitan cualquier cosa y dicen que es un poema.
Suben los que venden libros de autoayuda, de mecanografía, de idiomas, los que tienen el recetario final de la comida peruana (púdrete de la envidia Gastón), los que tienen el recetario final de cómo alcanzar la felicidad. Suben los que venden ganchitos, lapiceros de todos los colores, agujas e hilo, objetos tan sorprendentes como inútiles. Suben los que dejaron la delincuencia, los que ahora venden chocolates porque no quieren arrancarte la cartera en una esquina, los tullidos, los maltratados, los portadores de VIH, los que muestran, sin reparos, sus cicatrices mal curadas, sus heridas en carne viva.
Suben y no dejan de subir, uno tras otro.
Pero a veces, esas contadas veces en las que ocurren las cosas que hacen que todo valga la pena, sube gente sorprendente.
Como esta mañana, cuando subió al bus en el que iba, un hombre portando una guitarra eléctrica y un amplificador. Y, luego de encontrar un lugar cómodo en medio de tanto metal, empezó a tocar, sin ningún tipo de presentación, una más que aceptable versión de la canción que acompaña este post. De pronto todo fue silencio y Samba pa ti se convirtió en la canción perfecta para soportar el tráfico limeño.
Espero que uno de estos días vuelva a subir.
jueves, 26 de mayo de 2011
martes, 24 de mayo de 2011
El nacimiento de Ramiro - Rubén Blades
No muchos son quienes se animan a enfrentarse a grandes retos, a esa gigantesca ballena blanca a la que perseguía el capitán Ahab. Casi siempre nos perdemos en lo nimio, en la banalidad, en el éxito rápido pero poco trascendente. El riesgo del alpinista es tan grande como la gloría de alcanzar la cima, pero es una especie en peligro de extinción. Ruben Blades es uno de los pocos que quedan, de esos artistas que asume muchos riesgos y en la mayoría de casos resulta airoso.
Maestra Vida es una novela total que trata de integrar todos los puntos de vista de la historia de una ciudad, un momento, un barrio, una cultura y por supuesto, de sus fabulosos protagonistas. Es una gran apuesta por intentar explicar todo, una apuesta ganadora. En sus dos volúmenes, que forman parte de una solo concepto, se cuenta la historia de una estirpe, parecida a la de García Marquez, esa destinada a cien años de soledad. Es una historia única compuesta de varios protagonistas y sus propias historias, es una novela confusa, como las de Vargas Llosa, que mezclan todo para exhibir un sentimiento complejo que no puede evidenciarse de otra forma.
El nacimiento de Ramiro es parte de una historia que se cuenta y debe ser escuchada completa. Una pequeña de muestra de un trabajo excepcional que nunca deja de maravillarme por su vigencia y contenido.
Maestra Vida es una novela total que trata de integrar todos los puntos de vista de la historia de una ciudad, un momento, un barrio, una cultura y por supuesto, de sus fabulosos protagonistas. Es una gran apuesta por intentar explicar todo, una apuesta ganadora. En sus dos volúmenes, que forman parte de una solo concepto, se cuenta la historia de una estirpe, parecida a la de García Marquez, esa destinada a cien años de soledad. Es una historia única compuesta de varios protagonistas y sus propias historias, es una novela confusa, como las de Vargas Llosa, que mezclan todo para exhibir un sentimiento complejo que no puede evidenciarse de otra forma.
El nacimiento de Ramiro es parte de una historia que se cuenta y debe ser escuchada completa. Una pequeña de muestra de un trabajo excepcional que nunca deja de maravillarme por su vigencia y contenido.
Come fly with me - Frank Sinatra
Mi abuela, que al parecer era una mujer con mucho tiempo libre y con una paciencia que creo haber heredado, no tuvo mejor idea que enseñarme a leer antes de los tres años. Se sentaba por varias horas a mi lado, durante largas y tranquilas tardes en las que, utilizando un método que no llego a recordar, me convirtió en un lector precoz, curioso, repleto de preguntas por resolver.
Mi abuela me enseñó también las operaciones matemáticas básicas. En una pizarra que mandó comprar especialmente para ese fin, llenaba todo el espacio con las tablas que me iba haciendo memorizar una a una, de tres en tres. Suma, resta, multiplicación y división. A ella eso le parecía importante, era una de sus tantas maneras de prepararme para la vida.
Ella me enseñó a comer de todo con un método infalible, no me permitía pararme de la mesa si no dejaba el plato vacío. Para mi mala suerte no existía un perro a quién pudiera darle, a escondidas, la comida, tenía que acabar con ella, a como de lugar. Y si le decía que algo no me gustaba, cocinaba de nuevo el mismo plato durante una semana entera hasta que me gustase.
A mi abuela le decíamos mami, toda mi familia le decía así. He escuchado que otros la llaman nona, mamama, etc, nosotros le decíamos mami y en mi caso le caía a pelo, porque siempre fue como a una madre.
Mi abuela era una mujer buena, severa, alegre, terca, inteligente y luchadora.
Cuando pasaron los años, cuando ya no veía bien, me sentaba a su lado a leerle libros que escogía porque sabía que le iban a gustar. Lo hacía en mis horas libres, cuando no tenía clases, cuando podía, de alguna manera le estaba devolviendo el favor mediante la lectura. A ella le gustaba y si llegaba a enterarse que yo estaba en la casa y no estaba leyéndole, me llamaba inmediatamente para que lo haga, no sin antes decirme ocioso o una de esas palabras tan especiales que usaba para motivarme.
A ella, en quien pienso casi todos los días, le gustaba mucho Frank Sinatra y podía escuchar uno solo de sus discos muchas veces sin aburrirse y al día siguiente me pedía que lo vuelva a poner. Cerraba los ojos y tarareaba las canciones, porque nunca fue muy amiga del idioma inglés, mientras su rostro se convertía en la viva imagen del disfrute y la satisfacción.
Hoy me puse a escuchar al buen Frank y elegí esta canción para el post, imaginando que la escuchábamos, regresando unos años atrás, cuando podía verte sentada, en tu cuarto, en esa especie de trono matriarcal que era tu sillón. Cuando el tocacasette reproducía esas pocas cintas que había grabado para ti. Quién sabe y ahí donde estás ahora leas esto y te animes a invitarme, al menos por un rato, a volar juntos.
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viernes, 20 de mayo de 2011
Gracias - Jorge Drexler
Nosotros quisimos hacer la más difícil. No por imposición o por conveniencia. Simplemente porque nos dió la gana o porque nos dieron ganas. Motivos para mantener la reserva teníamos de sobra. Para ocultarnos, para hablar en voz baja.
Pero nosotros decidimos contárselo a todo el mundo, no escatimar, sin importarnos las consecuencias, porque sabíamos, sabemos, que lo único que nos importaba, que nos importa, es lo que sentimos.
Y así fue que empezó todo y así es como sigue hasta ahora, en este interminable y diario aprendizaje en el que cada momento, cada cosa, vale la pena.
Por eso no hay reparos, al contrario, cada vez hay más ganas de decirlo, de contarlo. Ese es mi estilo, porque cuando alguien tiene la suerte que tuve de encontrar a una persona como tú, dan ganas de gritarlo a los 4 vientos.
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viernes, 13 de mayo de 2011
Adiós - Gustavo Cerati
Caminaba detrás de ellos. Fueron dos cuadras, tal vez tres. Reduje la velocidad para no tener que sobrepasarlos. Debo reconocer que, como siempre ocurre, la curiosidad me ganó, quería escuchar algo más de lo que decían, a pesar del esfuerzo que tenía que hacer porque susurraban. Me ayudó la hora, el silencio de la noche, ese momento en que ya no hay tantos autos, en que mucha gente se refugia, duerme. Cuando las calles lucen mucho mejor así, vacías.
Ahí iban ellos dos, uno junto al otro, tal vez por ultima vez. Conversaban poco, pero por lo que decían todo quedaba muy claro. Al parecer las decisiones se habían tomado unos minutos antes, tal vez todo se había decidido en un tiempo mucho mayor y estaba siendo testigo sólo del epílogo. Sea como sea, cada vez avanzaban con mayor lentitud, como si no quisieran llegar a su destino. Él seguía preguntando si estaba completamente segura de lo que había decidido y ella repetía que sí, que por favor ya no se lo preguntara más. Pero él insitía, aferrándose a una inútil esperanza, a un cambio de decisión inesperado que no iba a ocurrir. Sabes que si terminamos ahora no volveré a buscarte, le dijo, tratando de convencerla. Ella no respondió y de pronto no hubo nada más que el silencio.
Llegaron a un paradero y se detuvieron. Yo lo hice también, tratando de disimular, de no parecer interesado.
No se cuánto tiempo estuvieron ahí, sin mirarse. Cuando el bus llegó, sentí que la tensión se rompía, parecían aliviados, o resignados. Ella se iba. Antes de subir le dio un beso en la mejilla y le dijo adiós. No hubo más palabras. Sólo esa, que que pareció quedar congelada en medio de la calle. Él se quedó mirando el auto hasta que este desapareció. Ella nunca volteó para mirarlo.
En ese momento recordé las veces que estuve en esa situación, esos minutos en los que el mundo parecía venirse abajo a pedacitos, cuando todo perdía el sentido. Recordé cuando me dijeron adiós y cuando yo lo tuve que decir.
Y pensé que, a pesar de ser ambas situaciones muy difíciles, detrás de ellas se encuentra la posibilidad de algo nuevo, porque cuando las cosas no se hacen a tiempo, simplemente se deterioran.
Antes de seguir mi camino lo vi a él, con el corazón destrozado y sentí al mío, incontrolablemente feliz y tuve ganas de acercarme para decirle una frase de esta sabia canción de Cerati, una de esas grandes verdades que en un momento determinado no comprendemos pero que el tiempo, muchas veces, se encarga de demostrar: Poder decir adiós, es crecer.
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miércoles, 4 de mayo de 2011
Can't Fight This Feeling - Glee
Un buen amigo (el mejor de los amigos, como diría Calamaro) me recomendó hace casi más de un año una serie. Recuerdo que buscó los videos en Internet y me hizo escuchr algunas canciones. Se trataba de un musical, o algo así entendí, pensando si hacerle caso o no. No es que dude de sus recomendaciones, sólo que en el caso de las series de televisión a veces no tengo mucho tiempo para seguirlas.
Sin embargo, por tratarse de un musical, decidí darle una oportunidad y ver, una tarde, solo en mi casa, los primeros capítulos. El efecto fue casi inmediato y al cabo de un par de horas sabía que no pararía hasta conseguir toda la temporada.
Uno de los principales motivos por los que la serie me atrapó, dejando de lado la peculiaridad de cada uno de sus encantadores y "losers" personajes, fueron las versiones de conocidas canciones que eran interpretadas tanto en solos como en coro. Versiones frescas de clásicos que hemos escuchado muchísimas veces y que a veces pasaban desapercibidos revivían en cada capítulo de Glee. Tanto así que los soundtracks que han salido a la venta (ya van por el número 4), han sido un verdadero éxito de ventas y descargas.
La versión original de la canción que elegí para este post es un clásico de REO Speedwagon, del año 1984. Fue gracias a Glee que la escuché nuevamente, hace casi un año, en uno de esos momentos en los que la letra parece haber sido escrita a propósito para lo que estamos viviendo. Cuando lo que sentimos por alguien cruza la línea de lo que podemos controlar y ya no nos queda otra salida que decirlo.
Recuerdo que lo hice, tal vez envalentonado por esta canción. Nunca me arrepentiré de ello.
Por cierto, esos primeros capítulos fueron los únicos que vi solo. Los demás los vi con ella, los seguimos viendo en realidad.
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