jueves, 26 de mayo de 2011

Samba pa ti - Santana

Suben los músicos capaces de tocar tres instrumentos a la vez, mientras bailan o corean alguna canción popular, suben los que han creado su propio popurrí con canciones de la nueva ola, de esos que empiezan con el triste de José José y terminan haciendo bailar con la chica de la boutique de Los Márquez. Suben los que tocan realmente mal y cantan peor, los que cantan música cristiana, los que no cantan y recitan poemas de Vallejo, los que recitan bien los poemas de Vallejo, los que recitan cualquier cosa y dicen que es un poema.
Suben los que venden libros de autoayuda, de mecanografía, de idiomas, los que tienen el recetario final de la comida peruana (púdrete de la envidia Gastón), los que tienen el recetario final de cómo alcanzar la felicidad. Suben los que venden ganchitos, lapiceros de todos los colores, agujas e hilo, objetos tan sorprendentes como inútiles. Suben los que dejaron la delincuencia, los que ahora venden chocolates porque no quieren arrancarte la cartera en una esquina, los tullidos, los maltratados, los portadores de VIH, los que muestran, sin reparos, sus cicatrices mal curadas, sus heridas en carne viva.
Suben y no dejan de subir, uno tras otro.
Pero a veces, esas contadas veces en las que ocurren las cosas que hacen que todo valga la pena, sube gente sorprendente.
Como esta mañana, cuando subió al bus en el que iba, un hombre portando una guitarra eléctrica y un amplificador. Y, luego de encontrar un lugar cómodo en medio de tanto metal, empezó a tocar, sin ningún tipo de presentación, una más que aceptable versión de la canción que acompaña este post. De pronto todo fue silencio y Samba pa ti se convirtió en la canción perfecta para soportar el tráfico limeño.
Espero que uno de estos días vuelva a subir.

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