martes, 24 de mayo de 2011

Come fly with me - Frank Sinatra

Mi abuela, que al parecer era una mujer con mucho tiempo libre y con una paciencia que creo haber heredado, no tuvo mejor idea que enseñarme a leer antes de los tres años. Se sentaba por varias horas a mi lado, durante  largas y tranquilas tardes en las que, utilizando un método que no llego a recordar, me convirtió en un lector precoz, curioso, repleto de preguntas por resolver.
Mi abuela me enseñó también las operaciones matemáticas básicas. En una pizarra que mandó comprar especialmente para ese fin, llenaba todo el espacio con las tablas que me iba haciendo memorizar una a una, de tres en tres. Suma, resta, multiplicación y división. A ella eso le parecía importante, era una de sus tantas maneras de prepararme para la vida.
Ella me enseñó a comer de todo con un método infalible, no me permitía pararme de la mesa si no dejaba el plato vacío. Para mi mala suerte no existía un perro a quién pudiera darle, a escondidas, la comida, tenía que acabar con ella, a como de lugar. Y si le decía que algo no me gustaba, cocinaba de nuevo el mismo plato durante una semana entera hasta que me gustase.
A mi abuela le decíamos mami, toda mi familia le decía así. He escuchado que otros la llaman nona, mamama, etc, nosotros le decíamos mami y en mi caso le caía a pelo, porque siempre fue como a una madre.
Mi abuela era una mujer buena, severa, alegre, terca, inteligente y luchadora. 
Cuando pasaron los años, cuando ya no veía bien, me sentaba a su lado a leerle libros que escogía porque sabía que le iban a gustar. Lo hacía en mis horas libres, cuando no tenía clases, cuando podía, de alguna manera le estaba devolviendo el favor mediante la lectura. A ella le gustaba y si llegaba a enterarse que yo estaba en la casa y no estaba leyéndole, me llamaba inmediatamente para que lo haga, no sin antes decirme ocioso o una de esas palabras tan especiales que usaba para motivarme.
A ella, en quien pienso casi todos los días, le gustaba mucho Frank Sinatra y podía escuchar uno solo de sus discos muchas veces sin aburrirse y al día siguiente me pedía que lo vuelva a poner. Cerraba los ojos y tarareaba las canciones, porque nunca fue muy amiga del idioma inglés, mientras su rostro se convertía en la viva imagen del disfrute y la satisfacción.
Hoy me puse a escuchar al buen Frank y elegí esta canción para el post, imaginando que la escuchábamos, regresando unos años atrás, cuando podía verte sentada, en tu cuarto, en esa especie de trono matriarcal que era tu sillón. Cuando el tocacasette reproducía esas pocas cintas que había grabado para ti. Quién sabe y ahí donde estás ahora leas esto y te animes a invitarme, al menos por un rato, a volar juntos.

1 comentario:

Facundo dijo...

Muy lindo relato. Exactamente lo mismo le pasa a mi abuela cuando escucha algún tema de Mariano Mores. Saludos.