viernes, 13 de mayo de 2011

Adiós - Gustavo Cerati

Caminaba detrás de ellos. Fueron dos cuadras, tal vez tres. Reduje la velocidad para no tener que sobrepasarlos. Debo reconocer que, como siempre ocurre, la curiosidad me ganó, quería escuchar algo más de lo que decían, a pesar del esfuerzo que tenía que hacer porque susurraban. Me ayudó la hora, el silencio de la noche, ese momento en que ya no hay tantos autos, en que mucha gente se refugia, duerme. Cuando las calles lucen mucho mejor así, vacías.
Ahí iban ellos dos, uno junto al otro, tal vez por ultima vez. Conversaban poco, pero por lo que decían todo quedaba muy claro. Al parecer las decisiones se habían tomado unos minutos antes, tal vez todo se había decidido en un tiempo mucho mayor y estaba siendo testigo sólo del epílogo. Sea como sea, cada vez avanzaban con mayor lentitud, como si no quisieran llegar a su destino. Él seguía preguntando si estaba completamente segura de lo que había decidido y ella repetía que sí, que por favor ya no se lo preguntara más. Pero él insitía, aferrándose a una inútil esperanza, a un cambio de decisión inesperado que no iba a ocurrir. Sabes que si terminamos ahora no volveré a buscarte, le dijo, tratando de convencerla. Ella no respondió y de pronto no hubo nada más que el silencio.
Llegaron a un paradero y se detuvieron. Yo lo hice también, tratando de disimular, de no parecer interesado.
No se cuánto tiempo estuvieron ahí, sin mirarse. Cuando el bus llegó, sentí que la tensión se rompía, parecían aliviados, o resignados. Ella se iba. Antes de subir le dio un beso en la mejilla y le dijo adiós. No hubo más palabras. Sólo esa, que que pareció quedar congelada en medio de la calle. Él se quedó mirando el auto hasta que este desapareció. Ella nunca volteó para mirarlo.
En ese momento recordé las veces que estuve en esa situación, esos minutos en los que el mundo parecía venirse abajo a pedacitos, cuando todo perdía el sentido. Recordé cuando me dijeron adiós y cuando yo lo tuve que decir.
Y pensé que, a pesar de ser ambas situaciones muy difíciles, detrás de ellas se encuentra la posibilidad de algo nuevo, porque cuando las cosas no se hacen a tiempo, simplemente se deterioran.
Antes de seguir mi camino lo vi a él, con el corazón destrozado y sentí al mío, incontrolablemente feliz y tuve ganas de acercarme para decirle una frase de esta sabia canción de Cerati, una de esas grandes verdades que en un momento determinado no comprendemos pero que el tiempo, muchas veces, se encarga de demostrar: Poder decir adiós, es crecer.

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