miércoles, 8 de junio de 2011

Tan joven y tan viejo - Joaquín Sabina

Atrás va quedando todo lo aprendido, lo del perdón sin olvido, las miles de justificaciones, los pretextos, las excusas. Ahí van quedando las personas que conociste, los amigos perdidos, los trabajos, las horas y los sueldos. Allá se acumulan los taxis tomados, las peleas en los micros, las velas encendidas y las mentiras por deporte. Uno a uno cada recuerdo que se va tornando difuso, que empieza a desaparecer o que cada vez se va más al fondo y es más difícil de encontrar en la memoria. Quedan sólo las buenas cosas, los atardeceres en la playa, los vuelos en avión, la sensación de embriaguez, las risas sin control.
Allá se van perdiendo las búsquedas sin sentido, los caprichos de la inexperiencia, lo bueno que se ha encontrado y no se piensa dejar, el verdadero amor, la amistad, las ganas de escribir, el buen cine, la música compañera. Junto a todos esos sueños que se piensan cumplir, que se siguen acumulando, que quedan pendientes, esos sueños con los que se sigue soñando.
Y pasa un año más y uno mira lo que va dejando en el camino y se da cuenta de que no hay nada porque disculparse, que en ese aprendizaje de vivir recibimos golpes pero también repartimos unos cuantos, caemos, nos levantamos y así seguimos, mientras los años pasan, se acumulan, nos llenan de experiencia, nos quitan otras cosas.
No tengo tantos. Tampoco son pocos. Son los que son. Like a Rolling Stone.

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