No entiendo de mucho de música clásica, sí puedo decir que se lo básico me debo estar refiriendo a lo más básico, pero de vez en cuando escucho un pieza musical que me gusta, por más que no pueda reconocer la época, quién la interpreta y en algunos casos muchos de los instrumentos, pero me agrada. Y me agrada tanto, e incluso más, que muchas canciones de las que si puedo decir entiendo un poco más. Es un gusto extraño, y me explico: es un gusto que pareciera aflorar de un lugar recóndito, como ese agrado que uno siente frente al mar o a al grass recién cortado o ante una montaña, un gusto que parece siempre hubiera estado allí.
La mayoría de veces mi acercamiento a la música clásica es a partir de películas, incluso creo que en la actualidad los grandes compositores se han reciclado y se dedican a componer música magistral para películas en una evolución de la música clásica contemporánea, y así tenemos a John Williams, Howard Shore o Hans Zimmer entre otros que ahora no recuerdo.
El martes fui a ver Rango, la película me encantó, pero una de las partes magistrales y que me hicieron pensar en este post, es el tributo que en la película le rinden a unas de las mejores películas de guerra que he visto, Apocalipsis ahora de Coppola, y a uno de sus más extraordinarias escenas, en la que un joven Robert Duvall dirige su banda de helicópteros a atacar a vietnamitas mientras por los altoparlantes, para amedrentarlos, los deja escuchar la fantástica Cabalgata de las valquirias de Richard Wagner, como una señal del inicio de la destrucción y la locura.
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